Ayer al mediodía fallecía con 88 años D.Eduardo Lopez Gay, presidente honorífico del Grupo López Guillén. Le dejó de latir el corazón con la cabeza lúcida, a pesar de que su estado de salud se había agravado en los últimos días.Se va así uno de los últimos supervivientes de una estirpe más que centenaria que ha protagonizado la historia del Puerto de Almería desde casi su misma fundación; también se va uno de los  impulsores del asociacionismo empresarial almeriense: fue, tras Juan José Moreno, el segundo presidente de Asempal en plena transición, tras la reunión mantenida en Aguadulce con el exministro Agustín Rodríguez Sahagún.Durante décadas patroneó una compañía de logística y transporte portuario que fundara su abuelo José López Guillén en 1880 y que con los años se ha convertido en la razón social más antigua de Almería y que, después de 132 años, tiene continuidad en sus hijos Luis y Eduardo López Godoy.La alegría de los barrilesSu abuelo era natural de Almuñécar y fue presidente de la Cámara de Comercio, de la Junta de Obras del Puerto y de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad y de la tienda asilo que había en la calle Alcalde Muñoz. Recordaba Eduardo, con más de 80 años a sus espaldas, como si fuera hoy, el ambiente portuario de la Almería de los barriles de uva que se embarcaban rumbo a las costas inglesas, escandinavas y americanas. Empezó López Guillén como consigna decimonónica de frutas y hortalizas y ha ampliado sus actividades a todo el gremio de la logística y a la producción de materiales de construcción y almacenaje y se ha apuntalado como una de las cinco principales empresas andaluzas del sector.La empresa se fundo en la calle Hospital. Después pasó al Paseo, frente a la Plaza Circular, a la Rambla y desde hace una década años está en la Plaza Carlos Cano junto a los antiguos Jardines de Medina.Agentes de aduanaEl inicio de la mercantil almeriense fue la construcción de barriles para el transporte de la uva y como consignatario de diversos puertos internacionales. Los productores bajaban en carros hasta el puerto tras vender el género se rendían cuentas. Con los años se convirtió en proveedor de abonos y aperos de la cosecha. Al morir el fundador, el negocio pasó a los hijos José y Eduardo López Quesada, la segunda generación, que lo ampliaron como almacenistas y agentes de aduana. Después de la guerra, el envase valía más que la uva y la empresa abandonó la construcción de barriles, justo cuando empezaron a aparecer los primeros barcos frigoríficos. Había también problemas para exportar la uva, porque coincidió con la Guerra Mundial. Por eso el gobierno dio orden de consumir uva de Almería en los hoteles, por lo menos una vez a la semana.Eduardo solía decir que a su mujer, Asunción, la conoció porque era vecina de la calle Reyes Católicos: “No tuve que buscar muy lejos”. En los últimos años de su vida vivió retirado de la gestión diaria de la empresa que él contribuyó a engrandecer. En 2008 recibió el premio a la Trayectoria Empresarial de Asempal.